Hoy voy a compartiros una lista de consejos de grandes escritores, no es sólo para aquellos que escriben, sino que también son interesantes desde el punto de vista del lector; nos ayudan a entender mejor el proceso de creación de un texto.
John Steinbeck
El autor de Las uvas de la ira, da seis consejos fundamentales, que recogió en una entrevista el Paris Review.
Primero, abandona la idea de que algún día vas a terminar lo que estás escribiendo. De esta manera no te agobias, te concentras en lo que estás trabajando y el final llegará como una sorpresa agradable.
Segundo, escribe con la mayor fluidez y velocidad que puedas, escúpelo todo en el papel; no corrijas ni reescribas hasta que termines, muchas veces la reescritura no es más que una excusa para no avanzar cuando uno está atascado o lo asaltan las dudas y la inseguridad; además puede influir en el ritmo natural de la escritura.
Tercero, olvida a tu público. Escribe para una sola persona, no para una masa desconocida a la que no puedes complacer por completo.
Cuarto, si una escena o sección se te resiste, pero crees que es necesaria, déjala aparcada y continúa por otro lado. Cuando termines podrás regresar a ella, tal vez descubras que la razón por la que te daba problemas era porque realmente sobraba o no encajaba ahí.
Quinto, cuidado con una escena que te gusta demasiado, más que las demás (y aquí podríamos decir que cuidado también con los personajes que gustan demasiado, más que los demás, el peligro de la “Mary Sue” acecha siempre). Es frecuente que destaque demasiado y que no termine de conjugar con el resto, y que ese favoritismo le reste verosimilitud.
Sexto, si escribes un diálogo, léelo en voz alta mientras lo escribes. Así, la conversación parecerá más realista, se acercará más a la palabra hablada.
Mark Twain
Solía aconsejar: “cada vez que quieras usar la palabra “muy”, o escribes condenadamente; tu editor lo eliminará”.
Es un consejo que podría aplicarse a cualquier modificador o término del que solamos abusar y que sea innecesario: desde adverbios terminados en -mente a la terminación -ísimo o a adjetivos que no aportan nada al sustantivo, por ejemplo: definitivamente el distinguidísimo señor que caminaba lentamente por su adicción al alcoholismo… La precisión y el conocimiento de la gramática son siempre nuestros aliados.
Ernest Hemingway
Hemingway no escribió ningún tratado ni ensayo concreto sobre el arte de escribir, pero sí que opinó bastante al respecto en cartas, artículos y algún que otro pasaje en sus libros. Aconsejó mucho; pero sus apuntes más prácticos son, tal vez, los que se refieren a la brevedad, indispensable, según él, y qué hacer en los ratos en los que no estás sentado escribiendo:
“Lo mejor es no parar de escribir cuando vayas bien, cuando sabes qué va a ocurrir a continuación. Si haces eso todos los días mientras escribes una novela, nunca te atascarás. Esta es la cosa más valiosa que puedo decirte, así que procura recordarla”
Del mismo modo, decía que: “el escritor no debía pensar en su texto cuando no estaba escribiendo, de esta manera tu subconsciente trabajará en la historia todo el tiempo. Pero si piensas en ella o te preocupas por ella, la matarás y tu cerebro se cansará, incluso antes de que empieces a escribir”.
F. Scott Fitzgerald
El autor de El gran Gatsby tenía mucho que decir acerca del oficio de las palabras, e insistía en la importancia de los verbos frente a los adjetivos. Decía en una carta que escribió a su hija en 1938 que toda la prosa de calidad se basa en los verbos, que cargan con el peso de las frases.
Los verbos hacen que las frases se muevan. En un artículo de 1933 que publicó en el Saturday Evening Post, insistió en la importancia de ser objetivo con el texto de uno, de no apegarse demasiado a este y de recortar y eliminar sin misericordia. Para él era fundamental deshacerse de todo lo que no funcionara, aseguraba que aquí era donde realmente se veía si un escritor era profesional o no: Surgen ocasiones a menudo en las que dicha decisión es aún más difícil. Por ejemplo, en la última parte de una novela, donde nos resulta impensable eliminar toda la obra, pero donde debemos sacar a rastras, por los talones, gritando, a un personaje favorito, que en el proceso se lleva media docena de buenas escenas con él.
Otro de sus consejos: “Deshazte de todos los signos de exclamación. Los signos de exclamación son como reírte de tu propio chiste”.
Anton Chéjov
Uno de los autores de relato más importantes de la historia de la literatura, nos habló de la importancia de mostrar los detalles de forma indirecta, evitando los clichés y las obviedades: “No me digas que brilla la luna; enséñame un reflejo de luz en un cristal roto”.
John Grisham
A Grishman lo conocéis por obras de suspense y acción como La tapadera, además de por su nutrida cuenta bancaria. Este abogado tenía muy claro que no podía sobrevivir con la escritura, por lo menos no al principio, e insiste en la importancia de vivir y experimentar antes de publicar, para tener toda una serie de conocimientos y recuerdos con los que trabajar.
Explica que al principio uno debe de tomárselo como una afición, eso sí, una afición a la que se le dedica un tiempo todos los días, recomienda una página al día para empezar. Aunque tengas un trabajo a tiempo completo, debes encontrar tiempo para escribir, conseguir que se convierta en un hábito.
Elmore Leonard
Es un escritor y guionista estadounidense que empezó a publicar sus novelas en los años 50. A pesar de que esos primeros trabajos suyos trataban sobre el salvaje oeste, pronto se especializó en novela policíaca. Muchas de sus novelas han sido adaptadas al cine por gente como John Sturges, Quentin Tarantino o Steven Soderbergh.
Estos son los consejos que este autor dio al periódico The Guardian hace algún tiempo.
- Nunca empieces un libro hablando del tiempo para dar ambiente, aunque sí que puedes hacerlo si quieres para mostrar la reacción de tu personaje lo puedes hacer, siempre y cuando el ambiente y el tiempo no te distraiga.
- Evita los prólogos. En una novela, el prólogo se usa para hablar sobre la historia de fondo de los personajes. Y esa información la puedes deslizar también en cualquier otro punto de la historia.
- Nunca uses otro verbo que no sea “dijo” para acotar el diálogo. El diálogo pertenece a los personajes y las acotaciones son el lugar en el que el autor mete su nariz para que el lector sepa quién está hablando. El autor debería ser lo menos intrusivo posible.
- Nunca uses un adverbio para modificar ese verbo “dijo”. Éste es un pecado mortal. Al utilizar esos adverbios, el escritor se expone por encima de sus personajes, distrayendo al lector e interrumpiendo el ritmo del diálogo.
- ¡No te excedas con los signos de exclamación! Para hacerte una idea, imagina que no se te permiten más de dos o tres exclamaciones por cada 100.000 palabras de prosa.
- Nunca uses expresiones como “de repente”. Esta regla no necesita mayor explicación. He comprobado que los autores que más usan este tipo de expresiones son también los más generosos con sus signos de exclamación.
- Utiliza los dialectos regionales lo menos posible. Una vez empieces a transcribir fonéticamente esos dialectos, no serás capaz de parar. Así que lo mejor será que no tomes ese camino.
- Evita las descripciones detalladas de los personajes. Lo mismo es también aplicable a los lugares y a los objetos, a no ser que seas Margaret Atwood y seas capaz de pintar con su lenguaje.
- No escribas las partes que los lectores se suelen saltar. Piensa en qué es lo que tú te sueles saltar en una novela, y no malgastes tu tiempo, ni el de tu lector, en escribir esos trozos.
Por supuesto, hay mil consejos más, algunos mejores y otros peores, algunos útiles para algunos e inútiles para otros. ¿Cuáles son los que os funcionan a vosotros, los que os llaman la atención? Me encantaría que lo compartierais con nosotros en los comentarios o que me escribas a mi e-mail: gabrielaweislley@hotmail.com
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